lunes, 27 de mayo de 2013

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Aprovechando de ha salido el tema de Van Gogh, os dejo un dibujillo que está haciendo una compañera nuestra -Jara- de Noche estrellada. ¿No le está quedando perfecto?






Vincent van Gogh

El apasionado, el sensible, el desequilibrado mental Vicent van Gogh (1853-1890) es el artista del siglo XIX que mayor entusiasmo provoca en nuestra sociedad actual. Fue un prodigio de potencia y fertilidad creadora. Vivió 37 años, pero únicamente los nueve últimos los pasó entregado a la pintura, dejando, al suicidarse, 879 cuadros. Sólo logró vender un lienzo en vida: un siglo después, ha batido todos los récords en cuanto al precio pagado en la historia de las subastas de arte, y Hollwood le ha convertido en un héroe del cine, cuando el realizador Minelli rodó, en 1956, El loco del pelo rojo, con Kirk Douglas en el papel estelar de Van Gogh.


Era hijo de un pastor calvinista, y sus contactos con el arte se iniciaron en 1869, cuando entra a trabajar como marchante de la galería francesa Goupil en la sucursal de La Haya, trasladándose sucesivamente a las sedes de Bruselas y Londres, y a la casa central de París. La cadena de desengaños amorosos que sufre en estos destinos ahonda su estado depresivo, llevándole a desatender el negocio, por lo que fue despedido en 1876. Inicia entonces una frecuente correspondencia con su hermano Thèo, en la que le revela por carta la inquietud que atormenta su trágica existencia. Busca con suelo en la religión y decide convertirse en "evangelizador de los pobres", predicando la Biblia. Su apostolado raya en el fanatismo con los mineros belgas de Borinage, que le rechazan.

Ante este nuevo infortunio, intenta salir de la crisis espiritual, volcándose en la pintura. Cultiva una temática social, a base de tonos oscuros y grises, que resumen en Los comedores de patatas


En 1886 Van Gogh fija su residencia en París, donde "deshiela" su paleta y alegra la temática de sus cuadros. Thèo le presenta a los impresionistas, y aprende el valor de la pintura colorista y clara, pero reconoce que no debe afiliarse al movimiento "en un sentido exclusivo".

Los dos últimos años de su vida transcurren en el sur de Francia, donde su temperamento ardiente alcanza la madurez del genio. Vive en Arlés, localidad provenzal que denomia "el Japón del Mediodía", pasando temporadas internado en el hospital psiquiátrico de Saint Rémy; y en Auvers, donde muere.

Su estilo se define por la línea firme de los japoneses y el color como gran motor de la emoción. Pinta entonces noches estrelladas, campos de trigales, olivos, cipreses, almendros, gladiolos, girasoles y lirios; representa escenas de interior, entre las que no falta su propia habitación, y culmina la serie de 43 autorretratos, en los que ensayaba pigmentos y técnicas tomando como referencia su rostro, cada vez más degradado.

viernes, 24 de mayo de 2013

Paul Gauguin

La existencia de Paul Gauguin (1848-1903) es una novela de aventuras que el propio pintor se encargó de divulgar a través de su autobiografía Noa-Noa. Pasó la infancia en Lima (Perú) y la juventud en París, donde siguió la carrera de marino mercante y corredor de bolsa hasta la quiebra financiera de 1883. Entonces, descubre su vocación pictórica. Expone con los impresionistas, pero se aleja del grupo. Marcha a Bretaña en busca del "primitivismo", viaja luego a Panamá y a La Martinica con el deseo de "vivir como un salvaje". Cuando regresa a Francia, permanece una temporada con Van Gogh en Arlés, donde fundan el "Taller del Mediodía", separándose más tarde tras una acalorada discusión. Finalmente, la nostalgia del trópico y su rechazo a la civilización occidental le llevan a los mares del Sur, buscando en Tahití la unión con la naturaleza.

Ya en sus primeros cuadros carga el acento en el mundo interior, utilizando una técnica decorativa que recuerda a los esmaltes y las vidrieras. La figura y el paisaje están contorneados con líneas negras, rellenando luego los espacios libres con manchas planas de color. El tema bíblico de la visión después del sermón presenta estas características, que serán ya constantes en toda su producción.


Su mentalidad ingenua y primitiva la desarrollará ampliamente en la Polinesia, retratando una civilización sin contaminar a través de los indígenas, sus casas, sus playas y sus selvas. Su obra maestra es ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?


miércoles, 22 de mayo de 2013

El Postimpresionismo: Cézanne

En 1910, Roger Fry popularizó el término postimpresionismo para catalogar a los pintores que, por oposición o derivación, se venían relacionando con los planteamientos del Impresionismo.

Tras la muerte de Seurat, algunos de los pintores más importantes -como Cézanne- emprendieron la renovación del Impresionismo por caminos muy diferentes, pero sin renunciar a los logros técnicos adquiridos.  La síntesis que elaboran estos maestros abre de par en par las puertas de las vanguardias históricas del siglo XX.

Paul Cézanne (1839-1906) alcanza la madurez pictórica a los 50 años: hasta entonces hbía sido un artista fracasado. Era hijo natural de un sombrero enriquecido, que llegó a fundar su propio banco y que no se casó con la madre del pintor hasta que el niño creció. En 1886 moría su padre, librándole la herencia de penurias económicas para el resto de sus días, y rompía la amistad con su condiscípulo de juventud, Zola, al sentirse identificado con el protragonista de la novela La obra, donde se fabulaba la historia de un pintor frustrado que se suicida. Es a partir de entonces cuando crea un estilo original.


Su concepción pictórica no descansa exclusivamente en la mirada, como hacían los impresionistas, sino que también descansaba en el cerebro. Este desarrollo mutuo de los sentidos y la reflexión en el cuadro le llevan a forjar su credo artístico: reducir las formas de la naturaleza a cuerpos geométricos. El Cubismo está a la vuelta de la esquina.

La simplificación de la naturaleza en líneas perpendiculares y diagonales, donde la pincelada de color tiene volumen y peso, aparece en sus bañistas, jugadores de cartas, bodegones y paisajes. La serie de cuadros dedicada a La montaña de Santa Vcitoria, próxima a Aix, condensa la novedad de su arte: formas geométricas construidas con grandes pinceladas verdes como el monte bajo mediterráneo, rojas como la tierra provenzal y azules como el brillante cielo del mediodía.





domingo, 19 de mayo de 2013

Las esculturas de Rodin

Renoir y Degas practicaron la escultura en la etapa final de sus vidas. En sus obras intentaron captar los efectos de la luz resbalando por los cuerpos mediante un modelado rugoso de las superficies, tal y como hacían en sus cuadros. Pero quien mejor consiguió esta impresión y que las estatuas simulasen posiciones y actitudes cambiantes fue Auguste Rodin (1840-1917), que en sus comienzos sería también rechazado en los salones oficiales, y en 1889, expondría conjuntamente con Monet en la galería George Petit.

Rodin estuvo sentimentalmente uno a los impresionistas. Reaccionó contra los modelos inmóviles que hacían los académicos. Centró su atención en la naturaleza y abandonó intencionadamente el acabado perfecto de la obra para dejar zonas pulidas junto con otras en bruto, por cuyos picos y grietas se quiebra la luz, creando un claroscuro pictórico.

Su trabajo más ambicioso fue Las puertas del Infierno, encargadas en 1880 para el futuro Museo de Artes Decorativas de París: sin embargo, el Gobierno francés canceló el proyecto y el colosal pórtico permaneció en el taller del artista, donde fue añadiéndole elementos hasta su muerte. Para extraer su iconografía se inspiró en el infierno de La Divina Comedia de Dante, y en el poemario Las flores del mal de Baudelaire. Aquí emergen, en pequeño formato, varios modelos que reproducirá más tarde de modo independiente, como Las sombras del ático o El pensador, que observa desde el dintel los horrores de los condenados que se precipitan al vacío: figuras retorcidas y llameantes que van abultándose, desde el relieve plano al altorrelieve tridimensional, y a las que transmite todas las propiedades del ilusionismo pictórico.


Otras obras memorables son Los burgueses de Calais, El beso y el retrato psicológico de Balzac, en busto y de pie, el último de los cuatro constituye su aproximación más notable al Impresionismo.


Monet, Renoir y Degas

Claude Monet (1840-1926) es el paisajista del grupo y el único de los maestros que mantuvo fidelidad absoluta al movimiento impresionista. Deseaba pintar lo intangible, lo impalpable.

Una consecuencia de esta ambición estética fue el serialismo: varias reproducciones de un mismo tema para comprobar los efectos cambiantes de la luz y del color en horas y estaciones diferentes. Sus series más conocidas son las referidas a la Fachada de la catedral de Ruán y las doce pinturas de nenúfares sobre el agua, tituladas genéricamente Ninfeas, donde las formas están disueltas en charcos de color.


Auguste Renoir (1841-1919) es el retratista con mayúsculas, su interés por la figura humana constituye su mayor contribución personal al Impresionismo.

Retrató varias veces a Money, hizo lo propio con Sisley y dejó un retrato colectivo de sus amigos, charlando despreocupadamente en los veladores del Moulin de la Galette. Poco después pintó a Madame Charpentier y sus hijos, esposa del influyente editor George Charpentier, que le catapultó al éxito y le franqueó los cerrados ambientes de la sociedad burguesa. Desde entonces, es el más popular de los impresionistas.


En 1883, cuando consideró que había llegado el fin del Impresionismo, recuperó la línea. Esta crisis se observa en sus escenas callejeras de París. Mientras en El almuerzo de los remeros compone todavía con manchas de color, en Los paraguas vuelve al dibujo y a la enseñanza de los museos. Tras estas reflexiones se retira a la Costa Azul y empieza a reproducir desnudos femeninos, caracterizados por una fuerte sensualidad.


Edgar Degas (1843-1917) es el más típico de los impresionistas. Excepcionalmente pintó al aire libre y su concepción de la pintura se basaba en el dibujo. Su inclusión en el movimiento se debe a su pincelada clara y al uso de colores claros.

Quiso ser el cronista clásico de la alta burguesía, a la que socialmente pertenecía como hijo de banquero. Nos informa del ambiente del hipódromo, con sus refinados asistentes, que acuden en coche a las competiciones hípicas, y los jockeys ante las tribunas. Luego se adentra en el mundo del ballet y de la danza a través de un ser tan delicado como la bailarina.


El tema femenino le seduce y, entonces, fija su atención en la toilette: mujeres desnudas bañándose, peinándose o arreglándose ante el espejo, sorprendidas en su intimidas.


La técnica y la composición de toda su producción es muy personal. Degas emplea el pastel y sus composiciones resultan instantáneas fotográficas, secuencias cinematográficas de primeros y primerísimos planos, mostrando la deuda contraída en sus encuadres y enfoques.

viernes, 17 de mayo de 2013

El Impresionismo

El término impresionismo fue utilizado el 25 de abril de 1874 en el semanario satírico Le Charivari por el crítico Louis Leroy, al comentar un paisaje de Claude Monet, titulado Impression, soleil levant, que muestra el nacimiento del sol en los muelles del Havre. La etiqueta contenía una carga despectiva y englobaba las 165 telas, pertenecientes a 30 artistas rechazados en los certámenes oficiales, que habían inaugurado una exposición colectiva en el estudio que el fotógrafo Nadar tenía abieto en el bulevar de los Capuchinos de París. El fracaso fue estrepitoso. Por si fuera poco, los impresionistas habían desafiado a la Academia.


En realidad, estos nuevos artistas no suponían ninguna amenaza social. Trataban tan sólo de atrapar la naturaleza en el cuadro, tal y como ellos la veían, sin añadir ningún mensaje moral.

Como método de trabajo defendían la pintura al aire libre frente al ambiente cerrado del taller, que impedía ver los cambios que sufre un mismo objeto bajo la luz diferente del amanecer, del mediodía o de la tarde. Madrugaban y salían con el caballete al hombro, buscando ambientes propicios en los bosques de Fontainebleau, en las riberas del Sena o en las calles o cafés de París. Las alteraciones del sol y de las nubes les obligaban con frecuencia a interrumpir la sesión y volver al día siguiente a la misma hora, buscando una atmósfera idéntica.

El modelo sería el paisaje, con el fulgor del sol reflejado sobre el agua, las hojas o la piel. Se interesan por los recientes progresos, como los barcos de vapor y las estaciones de ferrocarril envueltas por el humo que arrojan las locomotoras. Les entusiasma el mundo cotidiano de la vida moderna: las regatas, las carreras de caballo, la ópera y el ballet. Su temática es ajena al cuadro de historia oficial: para documentar los acontecimientos trascendentes ya estaba la fotografía, un invento que transmiten a la composición de sus cuadros.


En el colorido huyeron de las sombras negras que empleaban los académicos. Habían llegado de manera intuitiva a las mismas leyes ópticas que el químico Chevreul en su laboratorio, leyes que, a partir de 1884, los neoimpresionistas aplicarán de manera científica.

La técnica fue de pincelada fragmentada, de toque suelto y espontáneo, a menudo aplicado directamente con el tubo, consiguiendo una vibración de superficie pastosa que, de cerca, daba la sensación de que cuadro estaba inacabado.

El Modernismo

Un latigazo decorativo sacude todas las artes europeas entre 1890 y 1910. Este movimiento ornamental, que rompe con el pasado historicista y decora el fin de siglo con obras refinadas, se denominó en Francia y Bélgica Art Nouveau, en Austria Sezession y en España Modernismo. Su característica definitoria fue la línea sinuosa, basada en los tallos vegetales, en las elegantes flexiones de los cuellos de cisne y de las colas de pavo real, y en el ritmo ondulante de la rizada melena femenina.

A pesar de que las manifestaciones más celebradas de esta corriente internacional se dieron en el campo de las artes aplicadas, serán los arquitectos quienes otorguen carta de naturaleza al estilo, doblegando los muros exteriores y el diseño interior de sus edificios a la unidad curvilínea.

El belga Víctor Horta (1861-1947) presenta en la Casa Tassel de Bruselas las claves innovadoras de su genio: primacía de los volúmenes curvos, empleo de hierro en soportes, barandas de escalera y balcones exteriores, y la renovación total des espacio interior, al prescindir del pasillo y de las habitaciones en fila. Pero, junto a estas elegantes mansiones, proyecta también edificios públicos como la sede en Bruselas del Partido Socialista Obrero Belga, llamada Casa del Pueblo: una construcción de cinco plantas elevada sobre un solar irregular y provista de almacenes, salas de reunión, café y un teatro. Planta, alzado y diseño interior encuentran su inspiración en el mundo botánico, igual que su edificio comercial más famoso: los Almacenes Innovation.


El catalán Antoni Gaudí (1852-1926) está considerado como la mente más creativa de toda la arquitectura contemporánea. Fue una mezcla de intelectual burgués, artesano medieval y bohemio modernista, que formula las leyes totalizadoras del urbanismo, al proyectar la ciudad, la casa, sus objetos y los muebles que la decoran.

En 1878 se diploma por la Escuela de Arquitectura de Barcelona, donde recibe una formación historicista, visible en sus primero trabajos. El orientalismo domina en El capricho, mientras que el neogótico está presente en el leonés Palacio episcopal.

Estas obras despiertan la admiración del empresario textil don Eusebio Güell, que se convertiría en el gran cliente de Gaudí, encomendándole la construcción en Barcelona, de su finca de recreo en el barrio de las Corts, de su palacio urbano en las Ramblas y de la cripta para los oficios religiosos en Santa Coloma de Cervelló, donde vivían los trabajadores de su fábrica, así como una ciudad jardín vanguardista, urbanizada en sesenta parcelas, que ha recibido el nombre de Parque Güell.


En la cripta y en Parque Güell se encuentran ya todos los rasgos de su estilo maduro: la audacia técnica de sus arcos parabólicos y columnas inclinadas, las paredes y techos ondulados, y el empleo de materiales tradicionales como la piedra, el ladrillo y fragmentos de cerámica de color impregnados en la masa de cemento. El hierro y el cristal se utilizan sólo con fines decorativos en los enrejados de forja y en las vidrieras emplomadas. Sus fuentes de inspiración subyacen en la naturaleza: la geología, la botánica y la zoología.

Con el advenimiento del siglo XX, Gaudí construye en el barcelonés Paseo de Gracia dos obras asombrosas para la burguesía catalana, que rompen con el esquema convencional de la vivienda de pisos: la Casa Batlló y la Casa Milá, universalmente conocida como La Pedrera.


Todos estos trabajos fueron el laboratorio experimental para un proyecto titánico que le ocupó íntegramente su vida y que dejó incabado: el el templo expiatorio de La Sagrado Familia, una catedral fantástica, emblema de la pujante y cosmopolita ciudad condal.



jueves, 16 de mayo de 2013

Edificios de hierro y cristal

Los progresos siderúrgicos de la revolución industrial posibilitaron, en la segunda mitad del siglo XIX, la utilización del hierro en la construcción. Las vigas laminadas eran más ligeras, baratas y rápidas de montar. Por si fuera poco, este nuevo material permitía soluciones más atrevidas y funcionales que la albañilería tradicional. Primero se tendieron puentes y se elevaron torres, como la célebre Torre Eiffel, que rasga el cielo de París; luego, coincidiendo con los avances en la producción del vidrio, se instalaron edificios utilitarios como mercados, estaciones de ferrocarril y pabellones para las grandes exposiciones universales, donde las estructuras metálicas se revestían con planchas de cristal, logrando interiores luminosos. Estos avances técnicos europeos, unidos al invento del ascensor, favorecieron la aparición en América del rascacielos.


Los orígenes del rascacielos van unidos a un desgraciado siniestro: el incendio que en 1871 asoló Chicago, el gran centro americano de la industria cárnica. La reconstrucción de la ciudad iba a permitir erradicar los materiales de construcción inflamables y desarrollar la edificación en altura para resolver la masiva inmigración. El rascacielos solventaba ambos problemas y atendía la demanda de oficinas, almacenes y hoteles que exige una gran urbe industrial y mercantil.

Los forjadores de la Escuela arquitectónica de Chicago van a ser William Le Baron Jenny (1832-1907) y Louis Sullivan (1856-1924), estrechamente vinculados a las sociedades inmobiliarias que especulan sobre los solares vacantes. Sus edificios se reducen a un armazón metálico, compuesto por pilares y viguetas, que permite abrir grandes ventanas apaisadas en el exterior. La distribución es siempre idéntica: locales comerciales en los bajos, oficinas en los pisos y servicios en la planta alta.

En 1899, Sullivan contruía los Almacenes Carson, Pirie and Scott, en Chicago: un building profético de diez pisos, que anticipaba el sueño americano del siglo XX.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Historicismos

Los arquitectos románticos de la primera mitad del siglo XIX revivieron simultáneamente varios estilos históricos: el neobizantino, el neorromántico, el neogótico, el neorrenacimiento, el neobarroco y los derivados del arte islámico en Oriente y en España. Pero ninguno tuvo la fuerza de imponerse sobre los demás.

Las excelencias estéticas del medievalismo y del orientalismo fueron divulgadas entre la sociedad burguesa por dos grandes ensayistas europeos: el restaurados francés Eugène Viollet-le-Duc y el crítico británico John Ruskin.


Los ingleses, dueños de una larga tradición gótica, resucitan este estilo en las Casas del Parlamento de Londres, corazón físico de la democracia británica, mientras que su imperio colonial les proporciona el exotismo, la lejanía y las maravillosas culturas orientales, que transmiten al Pabellón del Príncipe de Gales en Brighton, construído bajo las pautas del arte islámico de la India.



Franceses y alemanes prestigian también el gótico en sus edificios religiosos, restaurando y completando catedrales inconclusas o edificando iglesias nuevas. En cambio, prefieren el neorrenacimiento y el neobarroco para las obras civiles. Así lo acreditan los franceses en la homogénea red de viviendas que surcan las avenidas radiales y bulevares de París, que partiendo del Arco del Triunfo, en la Plaza de la Estrella, conectan con el Museo del Louvre a través de los Campos Elíseos. Idéntico eclecticismo siguen los alemanes con los deliciosos castillos de cuentos de hadas que manda erigir Luis II de Baviera.


En España, el medievalismo se regionaliza. Asturias recupera el neorromántico en la Colegiata de Covandonga y Cataluña el neogótico en la Universidad de Barcelona. Pero será el neomudéjar el estilo que mejor defina el historicismo español, reflejándose en todo el territorio nacional a través de plazas de toros y estaciones de ferrocarril. Estos edificios se desarrollan bajo dos principios inmutables: el uso del ladrillo como material de construcción y un repertorio estructural y decorativo basado en los arcos califales de la mezquita, en los paños de sebka almohades que tapizan la Giralda y en las yeserías de la Alhambra.


El Realismo

Hacia 1850, cuando la disputa entre neoclásicos y románticos había llegado al agotamiento, emergen en la escena artística un tercer grupo en discordia: los realistas. Estos reaccionan ante la excesiva idealización de unos y otros, optando por reproducir íntegramente la realidad cotidiana. Los realistas pensaban que la historia, ya fuese clásica, medieval u oriental, no debía inspirar el arte, sino las transformaciones promovidas por la ciencia y la industria en la condición humana. Políticamente, los artistas realistas fueron republicanos entregados a la clase trabajadora.


Muy pronto los pintores franceses establecieron la siguiente ecuación: arte realista igual a arte social. Gustave Courbet (1819-1877), nieto del revolucionario y amigo personal del apóstol del socialismo, Poudhon, será la cabeza visible de este movimiento pictórico. El proletariado ocupa la atención de sus cuadros: en Los picapedreros eleva a valor de símbolo la miserable existencia de los peones camineros; en Las cribadores de trigo reivindica al obrero rural; en Las muchachas al borde del Sena denuncia la situación marginal de las prostitutas; y en La salida de los bomberos corriendo hacia un incendio expresa los accidentes laborales a que están expuestos.


El público y la crítica rechazaron estos asuntos contemporáneos, calificándolos de feos por romper con la idea convencional de elegancia que debía presidir la temática de la vida urbana o rural.

En 1850 pinta Un entierro en Ornans. Representa a medio centenar de paisanos de su pueblo natal, asistiendo al sepelio de un campesino en el cementerio. La composición y el formato enlazan con los retratos de grupo de la escuela barroca holandesa, pero los integrantes de la procesión fúnebre carecen de las poses estudiadas y de la grandilocuencia académica. Alfred Bruyas, un rico hacendado de Montpellier, será el único comprador de este arte libre, cuya fuerza reside en la pintura misma y no en el asunto representado. Fruto de la amistad que sostuvieron será El encuentro, que recoge un acto intrascendente: el saludo matinal de ambos personajes en el campo.


En 1855, ante el rechazo sistemático de sus obras por los jurados de los salones oficiales, decidió abrir un barracón frente a la entrada de la Exposición Universal de París. Lo rotula con el nombre de “Relista” y en su interior expone 43 lienzos, presididos por El estudio del pintor. En el centro, Courbet se autorretrata pintando un paisaje que le inspira su única musa, la Verdad, bajo la apariencia de una mujer desnuda. A la derecha aparecen los admiradores de sus pintura: el socialista Proudhon, el poeta Baudelaire y el coleccionista Bruyas; y la izquierda, el conjunto de la sociedad, explotadores y explotados, de cuyas costumbres debía ocuparse por igual.


Su compromiso político con la Comuna, le lleva a ocupar en 1870 el cargo de Presidente de los Museos de Francia, decretando el desmantelamiento de la Columna Vendôme, que servía de peana a una estatua de Napoleón. Restablecido el orden, fue condenado por la Asamblea Nacional a seis meses de cárcel y a pagar la reposición del monumento devastado. Courbet huye a Suiza, donde pasa sus últimos años dedicado a pintar paisajes y retratos, reflejando la realidad de forma objetiva, sin embellecerla.


El Romanticismo

El romanticismo se desarrollo paralela y contrapuestamente al neoclasicismo durante la primera mitad del siglo XIX. Ambos movimientos exaltan el espíritu agitado de la época, pero el punto de partida fue distinto. Mientras los neoclásicos se inspiraban en el mundo greco-latino y se identificaban con la razón, los románticos bucearon en el medievalismo y apelaron al sentimiento individual, a la pasión del artistam otorgando primacía a sus emociones.


En este entorno, el paisaje cobra relevancia especial. Los ingleses, como Turner (1775-1851), representan una naturaleza tempestuosa de incendios y tormentas reales donde los efectos de luz crean una atmósfera cambiante: y los alemanes, como Friedrich (1774-1840), optan por la quietud imaginaria de las cordilleras, acantilados y lagos nórdicos contemplados por silenciosos caminantes, vueltos de espaldas al espectador. Otros temas comunes a toda la pintura romántica europea van a ser las ruinas de las iglesias, que son interpretadas como una muestra de la decadencia de la fe católica que es menester revitalizar; y los cementerios a la pálida luz de la luna, que prefiguran la obsesión por la muerte y sus fantasmas, la melancolía y la soledad.


Los franceses se distinguen por el reportaje de los acontecimientos contemporáneos y el exotismo oriental, que se convertirá en otra gran fuente temática. Eugène Delacroix (1798-1863) resume ambas tendencias y se erige en portavoz del pintor romántico: bohemio, apasionado, seguro de sí mismo y partidario de la mancha de color en detrimento de la rígida preceptiva del dibujo.


En La matanza de Quíos rinde un homenaje a los colones griegos de esta isla que trataron de independizarse de los turcos, y en La libertad guiando al pueblo exalta la revolución parisina que facilitó la llegada al poder de la burguesía liberal. La sensibilidad oriental y el espíritu aventurero de Delacroix se manifiestan en Mujeres en Argel, pintado a la vuelta de un viaje a Marruecos.


La proximidad de España al continente africano y su rico folclore se ponen de moda en Europa. Viajeros románticos de todas las nacionalidades recorren la Península buscando escenarios y temas para sus obras, y recreando la vena castiza y popular del mundo goyesco de majas, toreros y bandoleros.