Rodin estuvo sentimentalmente uno a los impresionistas. Reaccionó contra los modelos inmóviles que hacían los académicos. Centró su atención en la naturaleza y abandonó intencionadamente el acabado perfecto de la obra para dejar zonas pulidas junto con otras en bruto, por cuyos picos y grietas se quiebra la luz, creando un claroscuro pictórico.
Su trabajo más ambicioso fue Las puertas del Infierno, encargadas en 1880 para el futuro Museo de Artes Decorativas de París: sin embargo, el Gobierno francés canceló el proyecto y el colosal pórtico permaneció en el taller del artista, donde fue añadiéndole elementos hasta su muerte. Para extraer su iconografía se inspiró en el infierno de La Divina Comedia de Dante, y en el poemario Las flores del mal de Baudelaire. Aquí emergen, en pequeño formato, varios modelos que reproducirá más tarde de modo independiente, como Las sombras del ático o El pensador, que observa desde el dintel los horrores de los condenados que se precipitan al vacío: figuras retorcidas y llameantes que van abultándose, desde el relieve plano al altorrelieve tridimensional, y a las que transmite todas las propiedades del ilusionismo pictórico.
Otras obras memorables son Los burgueses de Calais, El beso y el retrato psicológico de Balzac, en busto y de pie, el último de los cuatro constituye su aproximación más notable al Impresionismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario