domingo, 19 de mayo de 2013

Monet, Renoir y Degas

Claude Monet (1840-1926) es el paisajista del grupo y el único de los maestros que mantuvo fidelidad absoluta al movimiento impresionista. Deseaba pintar lo intangible, lo impalpable.

Una consecuencia de esta ambición estética fue el serialismo: varias reproducciones de un mismo tema para comprobar los efectos cambiantes de la luz y del color en horas y estaciones diferentes. Sus series más conocidas son las referidas a la Fachada de la catedral de Ruán y las doce pinturas de nenúfares sobre el agua, tituladas genéricamente Ninfeas, donde las formas están disueltas en charcos de color.


Auguste Renoir (1841-1919) es el retratista con mayúsculas, su interés por la figura humana constituye su mayor contribución personal al Impresionismo.

Retrató varias veces a Money, hizo lo propio con Sisley y dejó un retrato colectivo de sus amigos, charlando despreocupadamente en los veladores del Moulin de la Galette. Poco después pintó a Madame Charpentier y sus hijos, esposa del influyente editor George Charpentier, que le catapultó al éxito y le franqueó los cerrados ambientes de la sociedad burguesa. Desde entonces, es el más popular de los impresionistas.


En 1883, cuando consideró que había llegado el fin del Impresionismo, recuperó la línea. Esta crisis se observa en sus escenas callejeras de París. Mientras en El almuerzo de los remeros compone todavía con manchas de color, en Los paraguas vuelve al dibujo y a la enseñanza de los museos. Tras estas reflexiones se retira a la Costa Azul y empieza a reproducir desnudos femeninos, caracterizados por una fuerte sensualidad.


Edgar Degas (1843-1917) es el más típico de los impresionistas. Excepcionalmente pintó al aire libre y su concepción de la pintura se basaba en el dibujo. Su inclusión en el movimiento se debe a su pincelada clara y al uso de colores claros.

Quiso ser el cronista clásico de la alta burguesía, a la que socialmente pertenecía como hijo de banquero. Nos informa del ambiente del hipódromo, con sus refinados asistentes, que acuden en coche a las competiciones hípicas, y los jockeys ante las tribunas. Luego se adentra en el mundo del ballet y de la danza a través de un ser tan delicado como la bailarina.


El tema femenino le seduce y, entonces, fija su atención en la toilette: mujeres desnudas bañándose, peinándose o arreglándose ante el espejo, sorprendidas en su intimidas.


La técnica y la composición de toda su producción es muy personal. Degas emplea el pastel y sus composiciones resultan instantáneas fotográficas, secuencias cinematográficas de primeros y primerísimos planos, mostrando la deuda contraída en sus encuadres y enfoques.

3 comentarios:

  1. Ya estaba echando yo de menos los cuadros de Degas...Por cierto ¿soy la única a la que las Ninfeas de Monet logran hipnotizar?

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    1. No hombre, ¿y dónde te dejas a Pepe? Yo si fuera tú iría al médico, porque ese es uno de los síntomas del síndrome de Stendhal... JAJAJA

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  2. Creo que era este pintor el que por problemas en la vista (vease cataratas y eso) con el tiempo cambio las tonalidades de sus cuadros. Buenos aunque a otros le entran la locura y también los cambian jaja.

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