Hacia
1850, cuando la disputa entre neoclásicos y románticos había
llegado al agotamiento, emergen en la escena artística un tercer
grupo en discordia: los realistas. Estos reaccionan ante la excesiva
idealización de unos y otros, optando por reproducir íntegramente
la realidad cotidiana. Los realistas pensaban que la historia, ya
fuese clásica, medieval u oriental, no debía inspirar el arte, sino
las transformaciones promovidas por la ciencia y la industria en la
condición humana. Políticamente, los artistas realistas fueron
republicanos entregados a la clase trabajadora.
Muy
pronto los pintores franceses establecieron la siguiente ecuación:
arte realista igual a arte social. Gustave Courbet (1819-1877), nieto
del revolucionario y amigo personal del apóstol del socialismo,
Poudhon, será la cabeza visible de este movimiento pictórico. El
proletariado ocupa la atención de sus cuadros: en Los
picapedreros eleva a valor de
símbolo la miserable existencia de los peones camineros; en Las
cribadores de trigo reivindica
al obrero rural; en Las muchachas al borde del Sena
denuncia la situación marginal
de las prostitutas; y en La salida de los bomberos
corriendo hacia un incendio expresa
los accidentes laborales a que están expuestos.
El
público y la crítica rechazaron estos asuntos contemporáneos,
calificándolos de feos por romper con la idea convencional de
elegancia que debía presidir la temática de la vida urbana o rural.
En
1850 pinta Un entierro en Ornans.
Representa a medio centenar de paisanos de su pueblo natal,
asistiendo al sepelio de un campesino en el cementerio. La
composición y el formato enlazan con los retratos de grupo de la
escuela barroca holandesa, pero los integrantes de la procesión
fúnebre carecen de las poses estudiadas y de la grandilocuencia
académica. Alfred Bruyas, un rico hacendado de Montpellier, será el
único comprador de este arte libre, cuya fuerza reside en la pintura
misma y no en el asunto representado. Fruto de la amistad que
sostuvieron será El encuentro,
que recoge un acto intrascendente: el saludo matinal de ambos
personajes en el campo.
En
1855, ante el rechazo sistemático de sus obras por los jurados de
los salones oficiales, decidió abrir un barracón frente a la
entrada de la Exposición Universal de París. Lo rotula con el
nombre de “Relista” y en su interior expone 43 lienzos,
presididos por El estudio del pintor.
En el centro, Courbet se autorretrata pintando un paisaje que le
inspira su única musa, la Verdad, bajo la apariencia de una mujer
desnuda. A la derecha aparecen los admiradores de sus pintura: el
socialista Proudhon, el poeta Baudelaire y el coleccionista Bruyas; y
la izquierda, el conjunto de la sociedad, explotadores y explotados,
de cuyas costumbres debía ocuparse por igual.
Su
compromiso político con la Comuna, le lleva a ocupar en 1870 el
cargo de Presidente de los Museos de Francia, decretando el
desmantelamiento de la Columna Vendôme, que servía de peana a una
estatua de Napoleón. Restablecido el orden, fue condenado por la
Asamblea Nacional a seis meses de cárcel y a pagar la reposición
del monumento devastado. Courbet huye a Suiza, donde pasa sus últimos
años dedicado a pintar paisajes y retratos, reflejando la realidad
de forma objetiva, sin embellecerla.
NO PONGAS TANTOS TOCHOS, por fiiii. Que la lectura no se hace para nada amena y es un poco pesado. :)
ResponderEliminarSaludos!